Este Gobierno interviene en la economía con fines políticos, no para corregir problemas, y por carecer de solidez teórica en su modelo de decisión, la formulación de políticas es disparatada. Sus efectos, más que fortalecer, vienen debilitando las bases de crecimiento del escaso aparato productivo nacional en cuyo camino se destruye las pocas instituciones que servían para el desarrollo, se acumula un sideral desorden estatal, fiscal y monetario y se gesta un peligroso proceso inflacionario, además de incurrir en un desgraciado desperdicio de recursos humanos y materiales. Es un caso extremo de estupidez en el manejo de los asuntos económicos.
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Restringiendo el flujo comercial y castigando las inversiones claves para aminorar el desabastecimiento interno se sigue aumentando la represión contra los circuitos económicos. Entre otras menudencias, es el mal llamado ´cambio´ que sólo es contumacia en el error. La pérdida de rumbo es patética, en medio de dificultades inflacionarias y de escasez que luce van a ser mayores, en lugar de procesar los errores y corregirlos, el Gobierno sigue reclamando más poderes, demostrando una tenacidad infinita y contraproducente, fracasando y sin diálogo con las regiones.
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